En un mundo marcado por los desplazamientos, las fracturas de los vínculos territoriales y la reformulación constante de la pertenencia, el paisaje ha dejado de ser un fondo contemplativo o una referencia geográfica neutral, para convertirse en un campo de tensiones simbólicas donde se inscriben los rastros del tránsito, la memoria —o el olvido— y la transformación. En este contexto, Territorios del tránsito reúne a trece artistas cuyas obras proponen nuevas formas de mirar y habitar el paisaje, entendiéndolo no solo como representación del entorno, sino como experiencia encarnada y huella sensible de un tiempo incierto.
Susan Applewhite (Caracas, 1976) utiliza elementos cartográficos para hablar de realidades geográficas cruzadas por tensiones y límites impuestos desde el poder. En Venezuela precintada, Libertad condicional y Piel mundi, el mapa es encerrado, precintado, o cosido, para revelar cómo la herida social está ineludiblemente atada al territorio y, como este, sujeta a las derivas del control. A través del ensamblaje de materiales y objetos de uso común —jaulas, globos, mapas—, la artista transforma la cartografía en un terreno cuyo fin, más que representar lugares geográficos, es advertir sobre la complejidad de las fuerzas, fracturas y silencios que los habitan.
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Susan Applewhite. Venezuela precintada, 2025, madera y precintos de seguridad, 40 x 56 x 14 cm. |
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Susan Applewhite. Libertad condicional, 2022, jaula y globo terráqueo inflable, 54 x 40 Ø cm. |
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Susan Applewhite. Piel mundi, 2025, lienzo, mapa e hilo, 40 Ø cm. |
Rafael Arteaga. Manifestaciones de la imagen sobre el paisaje, 2024, óleo sobre tela, 20 x 20 cm c/u (díptico). |
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Rafael Arteaga. Los infames fugitivos, 2025, óleo sobre tela, 50 x 70 cm. |
En País políptico, Francisco Bassim (Caracas, 1964) articula una aguda crítica social. Mediante el uso de una figuración precisa y colores planos y saturados que remiten a la bandera nacional, construye escenas donde personas, monumentos y aves carroñeras se convierten en símbolos autóctonos de la decadencia. Identificamos al país a través de estas figuras que retratan una sociedad descompuesta, encarnada por la presencia constante del zamuro. El paisaje urbano de Bassim muestra como lo familiar, lo patriótico y lo religioso conviven con un profundo deterioro ambiental, moral y político. Así, la obra se convierte en un retrato implacable de una nación desfigurada por sus propias ruinas.
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Francisco Bassim. País políptico, 2025, acrílico sobre tela, 40 x 30 cm c/u (políptico). |
Francisco Bassim. País políptico, 2025, acrílico sobre tela, 40 x 30 cm (pieza 2 de 4). |
Gloria Blancato. Reunión familiar en verano/Saltar el bosque/Paisaje con mesa de noche, 2025, collages de papel sobre papel, 33 x 24 cm/ 33 x 24 cm/ 28 x 21 cm. |
Gloria Blancato. Saltar el bosque, 2025, collage de papel sobre papel, 33 x 24 cm. |
Carmela Fenice (Caracas, 1962) concibe el paisaje urbano como un cuerpo en constante mutación. En Ciudad orgánica I-v5, la artista crea un ecosistema visual a partir del collage digital, la fotografía y la pintura, donde los edificios se ondulan como tallos y las ventanas se convierten en poros de una materia viva. La ciudad, entendida aquí como organismo, late al ritmo de quienes la habitan y la transitan. La imagen vertical —que remite a un bosque o a una arquitectura futurista— desdibuja los límites entre naturaleza y artificio, y propone una mirada sobre el territorio urbano como un multiverso de coexistencias.
Carmela Fenice. Ciudad orgánica I-v5 de la serie Cohesiones, 2025, fotografía, collage digital, impresión fine arte sobre lienzo intervenida con pintura acrílica, 120 x 50 cm. |
Juan González Bolívar (Cúpira, 1978) traslada al volumen su exploración del paisaje mediante ensamblajes que evocan las viviendas precarias de las zonas populares de Caracas. Construidas con materiales recuperados —cartón, zinc, telas, madera—, estas piezas no solo reproducen fragmentos del paisaje urbano, sino que también funcionan como “casas-contenedores”: albergan objetos en su interior que, aunque no siempre visibles, emulan la latencia del recuerdo. Aluden a la visualidad fragmentaria de esas arquitecturas improvisadas, superpuestas e inestables, así como a la búsqueda de una ‘posibilidad de belleza’ contenida en sus materiales y formas.
Juan González Bolívar. Naturaleza inventada, 2022-2025, ensamblaje de medios mixtos, 20 x 8 x 13 cm. |
Juan González Bolívar. Naturaleza inventada, 2022-2025, ensamblaje de medios mixtos, 24 x 12 x 14 cm. |
Juan González Bolívar. Naturaleza inventada, 2022-2025, ensamblaje de medios mixtos, 14 x 12 x 19 cm. |
La histórica litografía Pueblo mexicano (1930) de José Clemente Orozco es el punto de partida tomado por Adrián Guerrero (Guadalajara, 1975) para realizar una serie de obras en las que convergen lo pictórico, lo arquitectónico y lo filosófico. Influenciado por la mirada del arquitecto Luis Barragán y por la densidad poética de Juan Rulfo, en ¿Dónde está el pueblo?, Guerrero deconstruye la escena original para desplazar su foco: elimina las figuras y se concentra en los volúmenes, las sombras y los planos, transformando la carga denunciativa de la imagen original en una meditación sobre la ausencia, la memoria y el lugar, y convirtiendo el vacío en espacio de resonancia.
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Adrián Guerrero. ¿Dónde está el pueblo? (deconstrucción IV, III, I), 2024, acrílico sobre tela, 50 x 70 cm c/u. |
Raúl Herrera (Barinas, 1980) se interesa por el paisaje urbano y por los puntos de confluencia entre la arquitectura, la historia, la memoria y la vida de sus habitantes. Trabajando en medios mixtos, combina collage, pintura, dibujo y cartografías para explorar la ciudad desde su fragmentación y simultaneidad, proponiendo una mirada supraurbanística en la que se superponen capas de información y visualidad. En sus obras, la geometría actúa como una transcripción abstracta de estas disposiciones arquitectónicas, revelando los sentidos formales del entorno urbano. En ellas, la ciudad se reconfigura formalmente, revelando sus núcleos, ejes, desplazamientos y desigualdades.
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Raúl Herrera. Serie Paisaje geométrico GPS, 2025, mixta sobre lienzo, 72 x 72 cm. Serie Paisaje geométrico GPS, 2025, mixta sobre lienzo, 72 x 72 cm. |
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Noel Lezama. Sibile, el zamuro amigable recorre Caracas, 2012, óleo sobre tela, 42,5 x 63 cm. |
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Noel Lezama. Dos hermanas en Camatagua City, 2011, guache sobre cartulina, 49 x 40 cm. |
Noel Lezama. Cyberpunk ruletero, 2024, plástico, metal y gomaespuma, 134 x 19 x 53 cm. |
Noel Lezama. Cantaclaro, 2025, madera, plástico, metal, 18 x 13 x 61 cm. |
Óscar Machado (Caracas, 1953) ha desarrollado una amplia y densa obra escultórica, que lo sitúa como referente ineludible de las resoluciones contemporáneas de esta disciplina en Venezuela. En su serie Pequeñas devastaciones, trabaja con cemento, cartón y pintura acrílica para construir pequeñas piezas que, a modo de maquetas, aluden a paisajes impactados por la catástrofe. Diminutos poblados se emplazan en la materia envolvente del cemento que encarna una naturaleza implacable. Los contrastes de gris, azul y rojo acentúan las tensiones y activan memorias de desastres geográficos y hecatombes interiores. Machado propone el paisaje como un espacio de transformación constante, donde destrucción y reconstrucción coexisten en un frágil equilibrio.
Óscar Machado. Pequeñas devastaciones, 2015, cemento, cartón, pintura acrílica, 25 x 25 cm. |
Desde una óptica irreverente y fantástica, Majenye (Maracaibo, 1987) crea piezas valiéndose de una figuración legible pero deliberadamente desbordada, que se nutre de elementos populares y de la tradición del cómic, combinando el humor, la sátira y el absurdo. En Carora jurásica, la tradicional ciudad larense es representada por un paisaje arquetípico dominado por la fachada de su iglesia colonial, invadida por dinosaurios y personajes contemporáneos que luchan entre sí, generando una escena caótica y delirante. El artista confronta lo vernáculo histórico y geográfico con una narrativa fantástica, desmantelando la lógica de tiempo y lugar para dar lugar a un paisaje híbrido e imposible, potenciado por una intensa paleta.
Majenye. Carora jurásica, 2024, acrílico sobre tela, 50 x 70 cm. |
Francisco Schütte (Caracas, 1983) transita entre la arquitectura y las artes visuales, explorando el paisaje desde una mirada íntima y emocional. Su trabajo se caracteriza por una estética cercana al povera y una paleta contenida, donde materiales y colores se yerguen en una tensa sobriedad para expresar experiencias de desarraigo, memoria y reconstrucción. Las dos obras que presenta en esta exposición remiten a su estadía en Madrid y a las difíciles vivencias que atravesó durante ese período. En ellas, el paisaje emerge en rasgos apenas reconocibles, como una superficie intensamente afectada. Lo mínimo —una textura, una línea, una silueta— basta para activar resonancias interiores y narrativas sensibles.
Francisco Schütte Sin título, 2024, mixta sobre tela, 100 x 70 cm Sin título, 2024, mixta sobre tela, 95 x 70 cm. |
Eliseo Solís Mora (Upata, 1978) es uno de los artistas de performance más destacados del país. Su práctica, sostenida desde hace más de una década, se articula en torno al cuerpo desnudo como vehículo de reflexión poética, espiritual y política. En la serie Organismo sin órganos (Cuerpo fluido), iniciada en 2021, el artista interviene zonas geológicas de origen ancestral —como el Macizo Guayanés o Los Morros de Guárico— estableciendo un diálogo entre cuerpo, territorio y memoria. Desde su vulnerabilidad, pero desafiando normativas de género y proponiendo una mirada no binaria y fluida de la identidad, el cuerpo se funde con la materia del mundo, retornando al origen para devenir presencia sensible en comunión con lo terrestre.
Eliseo Solís Mora. El Pao. De la Serie Organismos sin órganos (Cuerpo fluido), 2023, fotoperformance. |
Eliseo Solís Mora. Upata. De la Serie Organismos sin órganos (Cuerpo fluido), 2021-2025, fotoperformance. |
Eliseo Solís Mora. Morros. De la Serie Organismos sin órganos (Cuerpo fluido), 2022, videoperformance 16:9. |
En su diversidad de medios, enfoques y poéticas, las
obras reunidas en Territorios del tránsito trazan un mapa de resonancias
cruzadas donde el paisaje es un agente activo. A través de lenguajes que
entrelazan lo íntimo y lo colectivo, lo material y lo simbólico, cada artista
nos invita a repensar el territorio como una experiencia compleja y mutable: un
lugar donde se inscriben los desplazamientos del cuerpo, los cambios históricos
y los riesgos de la imaginación.
Katherine Chacón